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Reseña Histórica

por Mª Ángeles Álvarez Rodríguez

 

En la actualidad, en la ciudad de Sevilla existen dos universidades: Pablo de Olavide, fundada recientemente, e Hispalensis, conocida tradicionalmente como Universidad de Sevilla. A esta última pertenece la Facultad de Química.

El origen y desarrollo de esta Facultad va unido a la evolución de la Universidad Hispalense y participa por tanto, de la problemática inherente a la misma.

Los comienzos de esta Universidad de Sevilla se remontan a las postrimerías del siglo XV, en el Colegio de Santa María de Jesús, fundado por el Arcediano Maese Rodrigo Fernández de Santaella. Era una comunidad de maestros y discípulos organizada en corporación autónoma para enseñar y aprender. En 1505 una bula del Papa Julio II otorga al Colegio la facultad de conferir grados en Teología, Filosofía, Derecho, Medicina y Arte, y en 1551 el propio Concejo de la ciudad traspasa a la fundación de Maese Rodrigo, la Real Provisión que concedía un "Estudio General", por lo que aquella pasó a ser oficialmente Universidad, gozando de todos los privilegios de las demás Universidades del Reino. Su lengua era el latín y sus grados eran válidos en toda Europa. El trasiego de maestros y estudiantes entre ellas era constante y enseñaban Teología, Derecho y Medicina, en la concepción católica del mundo y del hombre.

El afán reformador del siglo XVIII se plasma, durante el reinado de Carlos III, en el Plan de Estudios de Olavide (1768), origen de la Universidad moderna, en el que junto a las Facultades de Teología, Cánones y Leyes, Medicina y Artes (que otorgaban, desde 1621, los grados de Bachiller, Licenciado y Doctor, junto con el de Maestro por la Facultad de Artes) aparece un curso de Matemáticas. Asimismo, y fruto de la preocupación de la época por las enseñanzas de las materias de Ciencias, se empiezan a impartir Cursos de Química en la Facultad de Medicina. Durante este reinado, tras la expulsión de los Jesuitas, se concede a la Universidad de Sevilla, por Real Cédula, el edificio de la Casa de la Compañía de Jesús, en la calle Laraña.

Hasta el siglo XIX las Universidades guardaron su independencia respecto a los poderes civiles, pero a partir de este siglo comenzó una etapa de vinculación cada vez más estrecha entre ellos. La pauta la marco L’Universitè de France, y este modelo, al que corrientemente se le llama "Universidad Napoleónica", se propagó con bastante rapidez por la Europa continental.

Así, a principios del siglo XIX tiene lugar una nueva reforma de la enseñanza universitaria, por un lado se suprimen las Universidades Menores, quedando, en este caso, agregadas a la de Sevilla las Universidades de Baeza y Osuna y por otro, se implanta en todas las Universidades el Plan de Estudios de la Universidad de Salamanca.

En la Universidad de Sevilla, esta homogeneización va acompañada de la adaptación de nuevos estudios, así como de la creación de nuevas cátedras y Facultades. Puede citarse, por tanto, como 1845 el año correspondiente a la creación de la actual Universidad Hispalense. Esta homogeneización desemboca asimismo en 1857 en la creación de la Facultad de Ciencias (Ley Moyano), por transformación de la sección de Ciencias de la Facultad de Filosofía. Fue mas bien un cambio semántico y de status administrativo que una verdadera creación de un centro docente nuevo. Además, era una facultad incompleta, pues solo impartía los llamados cursos preparatorios, indispensables para pasar a las facultades de Medicina o a otros centros científicos en otras universidades.

Sólo después de la revolución de 1868, y durante un corto espacio de tiempo, hasta 1874, la Diputación provincial de Sevilla costeó las enseñanzas de los cursos superiores de la Licenciatura en Ciencias, siendo necesario para ello, ampliar la plantilla de profesorado, ya que los cinco catedráticos titulares eran insuficientes. El primer decano de la facultad fue Antonio Machado, que con anterioridad lo había sido de Filosofía.

El alumnado de la Facultad de Ciencias no era muy numeroso: unos doscientos alumnos por término medio se contabilizaron entre 1877 y 1887, siendo menor el número en los años anteriores y posteriores a esta década. Era un alumnado de paso, que estudiaba durante dos años los cursos preparatorios y luego se dirigía a otras facultades. Es obvio que no se podía hacer una labor muy satisfactoria en estas condiciones. La investigación era inexistente en la Universidad de Sevilla, poco podía hacerse con los escasos presupuestos, las bajas remuneraciones del profesorado numerario y auxiliar, y el poco estímulo de la sociedad andaluza decimonónica, predominantemente agrícola.

Pasados los años de euforia del llamado sexenio revolucionario (1868-1874) en los que se había conseguido una mayor atención oficial hacia la enseñanza universitaria en la capital andaluza, el descenso del alumnado, unido a los recortes presupuestarios, hicieron que desapareciera la Facultad. Por real Decreto de 26 de julio de 1892 "art. 9", se suprimieron diversas facultades científicas y, entre ellas, la de Sevilla. En la junta de 1 de agosto de dicho año se dio cuenta de esto, con el sentimiento de todos sus componentes.

Es en 1895 cuando se restablece la Facultad de Ciencias de Sevilla, aunque su actividad seguiría circunscribiéndose a la enseñanza de los cursos preparatorios. El Real Decreto de la Reina María Cristina, de 2 de Agosto de 1895, consignaba en aplicación de la Ley de Presupuestos de 30 de junio, la nada despreciable cantidad de 52.500 pesetas para restablecer la Facultad de Ciencias en las Universidades de Granada, Sevilla y Valencia; además de 1750 pesetas a cada una, para material científico y 500 para material ordinario. Establece asimismo, en su articulo 1º, el aumento de las enseñanzas de Ciencias hasta completar los dos grupos de asignaturas comunes a las tres Secciones.

No sería hasta 1909, cuando se consigue el establecimiento de nuevas enseñanzas con la creación de la Sección de Químicas. Así, el 20 de septiembre de este año, la junta de Facultad solicitó su impartición:

"..... La importancia de los estudios científicos en general, y especialmente la que por modo extraordinario tienen los de Química, aplicables y exigibles en la actualidad para el desempeño de cargos, tanto de orden oficial como para los intereses particulares de la Industria, la Agricultura y el Comercio, demanda la necesidad de generalizar esta clase de enseñanza dándole mayor extensión y facilidades..........."

Al año siguiente se crearía por fin la Sección: en agradecimiento se acordó por la junta que se colocaría de forma permanente un retrato de don Julio Burell, ministro de Instrucción Pública, en la sala de juntas. Se abría el curso 1910-11 con nuevos aires para la docencia científica en la ciudad, que en el terreno científico había permanecido invariable durante más de cincuenta años. Los diversos catedráticos y auxiliares se repartieron las nuevas enseñanzas: Félix Gila se encargó de la Cristalografía, Federico Relimpio del Análisis Químico, el auxiliar Vicente Tena Carbó de la de Química Inorgánica y de la Orgánica (posteriormente ocupadas por Francisco Yoldi Bereau y por Jaime Ferrer Hernández, respectivamente), la de Elementos de Cálculo Infinitesimal por Patricio Peñalver y Bachiller, y la de Geometría Analítica por Manuel López Domínguez.

La agitada década de los años treinta, llena de conflictos, esperanzas y desengaños, significó para la ciencia experimental en la Universidad Hispalense un período bastante fructífero, especialmente notable en la investigación química. Jóvenes profesores (Lora Tamayo, Rodríguez de Velasco etc.) marchan al extranjero y regresan con nuevas ideas. La mayor parte de la investigación que se desarrollará en este período lo será dentro del campo de la Química Orgánica.

En 1935 se elaboró un nuevo plan de estudios para Química, que no aportaba modificaciones sustanciales, salvo el incremento en la enseñanza de Química Física (de la que no existían aún cátedras dotadas). En 1949 se incorpora una nueva cátedra de Química Técnica.

La Universidad mantiene hasta el siglo XX la misma estructura que consolidó en sus primeros siglos de existencia, mientras que el devenir de la historia ha ido ofreciendo problemáticas diferentes. Es en el siglo XX cuando la Universidad comienza a experimentar un cambio radical y profundo. Sin embargo, y a pesar de que existen causas objetivas que postulan una transformación de los sistemas de la enseñanza superior, la realidad es que sigue siendo, en sus líneas generales, la Universidad tradicional, si bien a las viejas Facultades se van agregando poco a poco otras nuevas, así como Institutos de Investigación, Escuelas Universitarias, etc.

A finales de 1946 se creó en Sevilla el Instituto de la Grasa, a propuesta de la comisión creada por el Patronato Juan de la Cierva del C.S.I.C. y poco después el Centro de Edafología del Cortijo del Cuarto, también dependiente del C.S.I.C.

En este mismo período, en 1953, se modifica el plan de estudios de la Licenciatura en Química, única que se impartía entonces. El plan con un primer curso selectivo y común a otras carreras científicas, constaba de dieciocho asignaturas fundamentales, dos idiomas (inglés y alemán) y un curso de dibujo técnico. El aumento del alumnado obligó ya a formar dos grupos en primer curso en 1952-53, grupos que irían aumentando hasta llegar a ocho, diez años más tarde. También se elaboró un proyecto para cursar el doctorado en Química Industrial (veinte años más tarde se materializaría en la actual especialidad de Química Industrial) que no llegó a prosperar así como una especialidad de Edafología y Biología Vegetal, aprobada en 1954 y que apenas llegó a ponerse en marcha.

En 1955 se procedió al traslado de la Facultad de Ciencias al edificio de la Real Fábrica de Tabacos, obra del ingeniero militar Van der Beer y realizada en los días del reinado de Fernando VII, celebrándose con este motivo una asamblea nacional de catedráticos en noviembre de ese mismo año. En estos nuevos locales el espacio destinado a laboratorios se quintuplicó. A lo largo de los años cincuenta se hicieron también gestiones para que en la Universidad de Sevilla se pudiera obtener el grado de doctor, nombrándose en 1956 los tribunales para juzgar las primeras tesis.

La expansión cualitativa y cuantitativa de la enseñanza universitaria en los años sesenta hizo que se crearan nuevas secciones en la Facultad de Ciencias, con lo que en pocos años la mayoría de las materias científicas pudieron ser enseñadas; hasta entonces el centro sevillano había sido solamente una facultad química. Así, en 1963-64 comienza a funcionar la sección de Físicas, en 1965 la de Biológicas y poco después la de Matemáticas.

Los proyectos de reforma, sobre todo a partir de la reestructuración legislada en Francia en 1968, son abundantes en todo el mundo, pero las reformas introducidas en nuestra Universidad, siguen operando sobre la base de la estructura tradicional, y con frecuencia consisten en retoques de detalle.

Comienza en el decenio de los años 70 un momento trascendente para el futuro de la institución universitaria española, en la que se determinan la estructura y funciones que le serán propias durante los próximos años. La Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa de 1970 (Ley de Villar Palasí), que reconocía cierta autonomía en las Universidades, aunque con bastantes limitaciones, da lugar a la formación de los Departamentos.

La Constitución de 1978 ha venido a revisar el tradicional régimen centralista de la Universidad Española, reconociendo la Autonomía de las Universidades. Al mismo tiempo la nueva organización territorial del Estado, que dicha norma configura, ha supuesto una distribución de competencias entre los poderes públicos. Es precisamente en 1978 cuando se divide la Facultad de Ciencias de Sevilla, dando lugar a las Facultades de Biología, Física, Matemáticas y Química y se crea el Colegio Universitario de la Rábida. La implantación de nuevos estudios viene acompañada de la descentralización geográfica de la Universidad Hispalense. Se crean centros en las provincias de Badajoz, Cádiz, Córdoba y Huelva, de los que surgirán las Universidades actuales de esas provincias. Este proceso de cambio hacia una Universidad Autónoma al servicio de la sociedad de la que forma parte, tuvo su punto de arranque en la publicación el 25 de Agosto de 1983 de la Ley Orgánica de Reforma Universitaria (LRU). El espíritu de la LRU se puede condensar en tres grandes principios: el reconocimiento de la autonomía universitaria, la necesidad de la estrecha cooperación entre la Universidad y la Sociedad, y el papel que a las comunidades autónomas se les otorga en la coordinación de la actividad universitaria. Será por tanto, la acción transformadora de cada Universidad la que determine la posición de estas en el ámbito de la enseñanza superior, tras la elaboración de sus propios estatutos. Los de la Universidad de Sevilla fueron aprobados por Decreto de la Junta de Andalucía el 5 de Abril de 1988.